lunes, 22 de octubre de 2012

Relato de Pilar Redondo: "El secreto de confesionario".




- Sor Juana, tráeme tabaco y un poquito de chocolate. Por favor. 

- Sor María, no me comprometa, vamos a tener un problema...

- Por favor, y media hora después avisas a la Madre Superiora y le dices que quiero hablar con ella.

- Ten cuidado con esa bruja, como te vea incumpliendo las normas te va a tener toda la vida en esta celda de castigo, y como se entere que yo te ayudo también yo voy a tener un problema grande.

- Tú eres muy astuta y no te dejarás descubrir, y gracias porque si tú no me ayudaras me moriría de pena aquí dentro, ya que sólo hay arpías.

 - Voy a por el tabaco y el chocolate, aunque ya sabes que la Madre Superiora opina que el chocolate es afrodisíaco y te perturba, y te hace faltar a los votos. Como nos descubran que Dios nos coja confesadas. 

- No te preocupes, tendré cuidado y sí, que nos coja confesadas quien nos tenga que coger, además a mí el chocolate no me hace ningún efecto raro.

 - Hola, Madre Superiora.

- La hermana Juana me ha dicho que quería hablar conmigo, pues venga, rápido, que tengo muchas cosas que hacer. 

- Sí, claro. Es la hora de fumarse un cigarrillo y un vasito, mejor dicho un buen vaso de vino dulce... o lo que es lo mismo, la sangre de Cristo.

 - Hermana María, no sea rebelde y no me provoque, si no quiere pasarse media vida en esta celda de castigo.

- La he llamado para decirle que quiero confesar, así que haga el favor de avisar al padre Mariano, quiero confesar con él, si no no confesaré.

- María Santísima, cuánta letanía...

Mientras esperaba a que llegara el Padre no sabía cómo abordar el tema, ni exactamente qué le iba a contar al confesor. 

- Hola, Padre.

- Hola, hija, le voy a decir a la madre Priora que le abra la celda y la espero en el confesionario. 

- Ave María Purísima.

- Sin pecado concebida, hija ¿de qué te  acusas?

- Padre, me acuso de que he cometido varios pecados mortales.

- María Santísima, empezamos bien.

- Padre Mariano, el primer pecado que he cometido es entrar en el convento sin vocación ni convicción.

- Que la Santa Virgen se apiade de ti y como penitencia te pongo tres padrenuestros y dos avemarías.

- El segundo y más grave de los pecados que he cometido, y el que me está corroyendo por dentro es que he asesinado a un hombre... 

- La Santísima Trinidad te libre de ir  de cabeza al Infierno, esto es cuatro padrenuestros, tres avemarías, dos glorias, cinco ángelus y un credo. ¿Y cómo has dejado que esto ocurra, hija mía?.

- Fue sin querer, el hombre era mi marido, nuestro matrimonio llevaba ya mucho tiempo deshecho, a decir verdad nunca funcionó, me obligaron a casarme con él por interés, así que demasiado duró. Discutíamos mucho y me pegaba unas palizas tremendas, hasta que un día me sublevé. Estábamos discutiendo, me dio varias bofetadas, yo cogí una estatuilla de Yadró, que por cierto nos la regaló su madre como regalo de bodas, intenté defenderme, el intentó quitarme la figura y forcejeando le di sin querer un golpe, un golpe mortal. Y el tercer pecado es que me he enamorado de un hombre que me está prohibido.

- Esto son dos rosarios en cruz, tres avemarías, siete misas de rodillas... ¡ y un cilicio¡. ¿Acaso está casado? 

- Sí, casado y muy bien casado, está casado con Dios.

- Que el Cristo de las Llagas se apiade de ti. Esto es siete padrenuestros, cinco credos y siete ángelus.

- Mire Padre, la relación entre estos pecados es que yo quería separarme de él, porque estaba enamorada de otro hombre  y él me dijo que suya o de nadie, y que lo tendrían que ver vestido de luto por mí.

 - Que Santa Rita, abogada de los imposibles, se apiade de tu alma...

- Yo creo, Padre, que mi alma está  condenada de por vida...

- ¿Has hablado con este hombre algo acerca de lo que sientes por él?

-Directamente no, no sé cómo enfocar el tema, Padre, además temo que si le digo algo rompa la cordial relación que existe entre nosotros ahora mismo. 

Siete años después. 

- Buenos días, Mariano.

- Buenos días, cariño mío. ¿Has dormido bien?

- Desde que estoy contigo siempre duermo estupendamente, aunque esta noche he soñado que todavía estábamos en el Convento, y me he despertado sobresaltada, porque nos cogía la Madre Superiora in fraganti pecando, así que igual me tienes que confesar por pecar de pensamiento.

- Sí, ven para acá, que te voy a enseñar lo que es pecar de verdad y no tienes ni que confesar después. María ¿por qué no me cuentas en qué momento te diste cuenta de que sentías algo por mí?

- La verdad es que no lo sé, fue una conjunción de cosas, tu forma de ser, tu forma de tratar a las personas y, por supuesto, ese cuerpazo que tienes, que eso es un cuerpo y no la policía ni los bomberos, y ese par de faros que tienes por ojos... ¿Y tú no te habías fijado en mí?.

 - Si te dijera que no te estaría mintiendo, pero teniendo en cuenta que estabas "presa" en un convento, que eras monja y que tenías por Madre superiora a una víbora, cualquiera se descuidaba un poco. Venga, no me puedo parar más, que voy mal de tiempo. Al mediodía no vendré a comer, y lo más importante, esta noche PECAREMOS, pero no de cualquier manera, nos vestiremos con nuestros antiguos uniformes, yo con mi sotana y tú con tu hábito. Sólo con los uniformes, no se permite llevar ninguna prenda más.

-¡Qué emoción¡, la noche promete, que esas ropas son sagradas, a ver si voy a ir al Infierno.

- Yo te libraré de todo pecado, que no se te olvide que estás tratando con un elegido de Dios en la tierra... 

- Hola, Juana ¿qué plan tienes para hoy?

- De momento ninguno. Estoy muy liada escribiendo, ya sabes que todo el tiempo se lo tengo que dedicar a la novela.

- Pues, vente. Mariano no viene a almorzar, así que aquí también puedes escribir, y luego vamos a recogerle al trabajo. 

- Muy bien, así también te hago otra entrevista para asegurarme de algunas pequeñas cosas, para procurar que todo lo que escribo sea creíble y se aproxime a la verdad de nuestra vida pasada.

Los tres, ellas dos y el niño pasaron un día divertidísimo, recordando anécdotas y cómo surgió su férrea amistad.

- Marianito, termínate la merienda que Juana y yo te estamos esperando para irnos al parque.

- Es que el bocadillo y la fruta no me gustan, me gusta más el chocolate. 

- El chocolate es para Juana y para mí.

- Pues yo también quiero.

-Tú no puedes comerlo, porque dicen que tiene unas propiedades extrañas y te pueden perturbar.

- ¿Qué es perturbar?. Yo quiero chocolate, chocolate.

- No puedes comerlo, dicen que es afrodisíaco... y si no que se lo pregunten a la Madre Superiora.

- ¿Qué es afrodisíaco?

- Niño, no seas impertinente, que te he dicho que no, que te comas la merienda. 

Lo que tardemos Juana y yo en fumarnos un cigarrillo nos vamos al Parque, y como no hayas terminado te quedas aquí solo.

- Mamá, fumar es malo y además mata.

- Marianito, Marianito, haz el favor de callarte y comer. Y si no da igual, vámonos, a ver si luego dices que tienes hambre. Coge la pelota y la bicicleta. 

- Mamá, por este camino ¿adónde vamos?

- Al parque.

- Por aquí no se va al parque.

- Sí, pero es que quiero enseñarte un lugar, camina y calla. Párate un momento, Marianito ¿sabes ese edificio qué es? 

- Parece una iglesia.

- No, no es una iglesia, es un convento.

- ¿Y aquí qué pasa?

- Aquí durante bastantes años vivimos Juana y yo.

- ¿Y aquí qué hacíais?.

- Primero estábamos privadas de libertad y luego todo el día nos lo pasábamos rezando.

- ¿Y ya por qué no vives aquí? ¿no te gusta?.

- No, porque aquí vine obligada y porque aquí sólo hay cabida para personas sin personalidad alguna. Sólo una legión de ovejas, y yo soy la oveja negra, no había lugar aquí para mí. 

- Yo vi en una excursión del colegio ovejas, pero eran blancas, me gustaron mucho y tenían mucha lana. Mi profesora dice que hay que rezar mucho todos los días para estar puro y limpio.

- No hace falta tanto... venga, vámonos.

-¿Sabes una cosa, mamá?, cuando sea mayor quiero ser sacerdote para rezar mucho y vivir en un convento.

-Yo me alegro mucho de haber vivido aquí, porque si no tú no estarías aquí ahora mismo.

-¿Y dónde estaría yo, en la escuela?.

-Pero, como te vuelva a oír decir que quieres ser cura te castigo una semana entera de rodillas, mirando la pared, con los brazos en cruz y cargados de libros, y, por supuesto, nada de dibujos animados, ni chuches ni chocolate. 

Y llegó la noche... y todo comenzó como habían empezado siete años atrás su "locura de amor", en el confesionario que de mutuo acuerdo habían instalado en el salón como recuerdo imperecedero de su compromiso de matrimonio.

 - Ave María Purísima.

- Sin pecado concebida, hija mía.

- Padre, me acuso...

- María, no sigas, ahora te sienta el hábito mejor que entonces

- Y tú con la sotana pareces Mister Vaticano.

- Pues, prepárate que te voy a arrancar el hábito a bocados.

- Dios me libre de pecar, si no tendré que cumplir penitencia.

-Sí, la penitencia que yo te imponga. Tres rosarios en cruz y yo te ayudo a sostener el rosario.

- Sí, tú eres un enviado de Dios y procura que no me falte nada.

- Sor María, prepárate que esta noche vamos a descubrir el Misterio de la Santísima Trinidad... 

-Bueno, pero ¿me puedo fumar antes un cigarrillo y comer chocolate?.

-Sí, chocolate sí, todo el que quieras, ya sabes que la Madre Superiora decía que  era afrodisíaco, eso nos encenderá más. Verde que te quiero verde. 

- Padre Mariano, prepárate que hasta el alzacuellos te va a salir ardiendo, y de aquí directos al Infierno. 

- Sí, ya tengo preparada una orgía allí.

- Bueno ¿ y si le traemos una hermana a Marianito?.

- Pues, ya estamos perdiendo el tiempo, yo quiero mellizos, así que pongamos manos a la obra.

- Pero, ya o cuando volvamos del Infierno...

- Allí mismo, en el Infierno, y que Satanás nos alumbre con una vela... 

-- AB INMO PECTORE. PECATA TUA --

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